Este año, cuando se abrieron las inscripciones, no tenía la más mínima intención de ir a la Behobia. Tras 6 años seguidos, era como si ya hubiese llegado a mi límite, la sensación de necesitar cambiar de aires, tal vez aprovechar para el Maratón de Valencia. Pero bueno, postureo y mucho rollo, porque al final, one more time, allá que íbamos; este año por culpa de los amigos que te acaban liando para estas cosas (gracias); aunque tiene huevos que la última semana el amigo que realmente me había convencido, se caiga del carro.
La recogida de dorsales:
Volver al Kursaal me recordó tiempos pasados (esos en los que había unos 10.000 inscritos menos) y para mi, pese a haber leído que era una ubicación temporal, siempre lo consideraré un acierto: se presta mucho más al postureo (habría que ver la estadística de fotos) y es mucho más fácil de llegar cuando estás de pintxos. De acuerdo con que ha sido una feria rara, más que rara yo diría que no la he encontrado aún, porque salvo los patrocinadores ni rastro de lo que era la feria del corredor. ¿Cuestión de espacio? Bueno, supongo que aquí habrá muchas opiniones pero yo es que soy de ir a por el dorsal desde el bar, así que lo dicho, me quedo con el Kursaal. En cualquier caso, este año ninguna queja, cero colas y todo bastante ágil. Por lo tanto, hasta aquí BIEN.
Lo de salir de pintxos por San Sebastián sigue siendo uno de los alicientes de ir a la Behobia y eso, una vez más, se dio bastante bien. Nuestra pasta party, tras experiencias pasadas, hace tiempo que la hacemos fuera (ya os cuento un día donde). Hidratación pre carrera BIEN de zuritos, MAL de agua.
Desde San Sebastián a Behonia:
Se nos presentó un día gris y lluvioso; ¿qué sorpresa, verdad Bueno, llevábamos días preparándonos para lo peor, y pese a que el amigo Ander confiaba plenamente en la predicción de windguru, estaba lloviendo cuando salimos de la casa.
Los trenes para llegar ni el metro de Tokio en hora punta, con el ambiente algo más concentrado y el perfume eau de Radio Salil inundándolo todo. Del tren a los autobuses y de ahí a la salida: chubasquero, bolsas de basura (a ver, bolsas, pongo bolsa por que suena mejor que saco, lo sabéis, ¿no? Vamos, que hacerse una camiseta ceñida con una bolsa de basura, no es la idea, sé que para la próxima lo habréis entendido). Y sí, pese a que cuando íbamos en tren todo hacía presagiar que nos íbamos a dar un baño, fue llegar a Irún y pasar a un txirimiri que casi casi se agradecía.
Lo que no cambia, año tras año, son las prisas: entre que llegas, compras agua, vas al baño, ves que quedan 15 minutos, buscas tu corral y… coño, ¿dónde está el corral? Pues nada, a calentar trotando hacia la salida pasando los corrales previos. ¿Qué necesidad hay de estas cosas? Llamadme raro, pero me sigue pareciendo un lío esto de los cajones en movimiento y cada año tengo la sensación de que se mueven hacia la salida antes. En cualquier caso llegamos a incorporarnos al menos con el corral posterior al que nos correspondía. No sé, este año, me ha faltado un poco de Barricada en la salida y un poco de menos correr para llegar a la salida.
La carrera:
Este año, tras apuntarme, yo os prometo que la idea de partida era ir «correr» y sufrir un poco (como si no sufriera yo aquí cada vez que vengo), entrenar y esas cosas que se suelen hacer; encima, con el aliciente de llevar a un amigo que tira más que yo marcándome el ritmo. Una semana antes ya vimos que lo mejor era dejarnos de tonterías y simplemente disfrutar de la carrera (al parecer en Azpeitia, disfrutar se traduce por sufrir como un perro, porque ¡ahí va la hostia!). Poca gasolina y un final complicadito esperando; alentador.
Hasta Gaintxurizketa, todo eran risas; ritmo exigente, recuperando algo de tiempo en las bajadas pero sin sufrir más de lo necesario. La subida aguantando un poco para no desviarse mucho del plan y la bajada dejándonos llevar. ¿Qué podía salir mal?
Además, justo antes de salir, el amigo me espetó «oye, yo no soy mucho de hablar corriendo, ¿eh?» y bueno, es cierto, los 5 primeros km creo que no hablamos subiendo ya empezó a animarse y hasta Errenteria, algún comentario buscando al pirata o agradeciendo al público. Pero claro, llegamos a Errenteria, principio de mis males el año pasado y tuve mi momento de flashback, me pareció hasta que había menos animación (estaba esperando que me recibieran al grito de ¡Vamos postu! pero se ve que mi fama no me precede). Llegó Capuchinos y nada, Ander empezó a ponerme la cabeza loca: clase intensiva de como dar ánimos en euskera… Lo del oso ondo me lo sabía pero este hombre me soltó tal cantidad de gritos que pese a la carita que llevaba, lo que menos que se me habría ocurrido en el mundo es aminorar.
Dios, que largo es el final de esta carrera cuando vas mal, ni el campo de Oliver y Benji. Aún me acuerdo el primer año esprintando en el primer arco y cagándome en todo.
Entrada a meta, resoplido y un ¡Gracias Ander, cabrón!.
Tras la meta:
Pues sigue siendo un ejemplo lo fácil que es salir, recoger tu bolsa, que te den una cerveza (aunque sea una Radler, por lo menos no es una 0,0 Isotónica) e irte a la ducha. Y a por la chuleta, que la verdad, es a por lo que voy, por si no había quedado claro.
Y ya para acabar:
La Behobia – San Sebastián sigue siendo la carrera mejor organizada de las que visito a lo largo del año pero ahora que parece que ya han llegado a su tope, 30.000 personas, les va a tocar buscar nuevas formulas (y no me parece fácil) para que sigamos repitiendo. El precio no ayuda, pero la oferta hotelera aún menos. En cualquier caso, es cuestión de organizarse con tiempo para tratar de reducir algunos precios.
Por cierto, es una sensación mía o ¿había menos gente en la calle? Lo que si que me ha parecido es que los puntos de animación han decaído un poco.
Jesús, tienes una Behobia pendiente
Chicas, enhorabuena, no daba un duro por vosotras 🙂
Ander, gracias
Estimados sherpas, sin vosotros sería imposible
Editor, mamón