Ha pasado un mes que dejé de correr. Mi última salida fue el día 9 de marzo. 13 kilómetros muy relajados, ya sabiendo que no íbamos a correr el Maratón de Barcelona. Encima, se me hicieron bola, la verdad. De esas veces que lo alargas porque sí, pero que tu cuerpo dice que no toca y que se planta, que colocas el piloto automático y que si encuentras un semáforo, mejor que sea con el muñeco en rojo. Supongo que mi cuerpo estaba algo enfadado con eso de haber entrenado por segundo año consecutivo para un maratón que finalmente se cancela.
Así que sí, mi último recuerdo de correr no es algo muy motivador, pero sin embargo es raro que sea domingo y no esté volviendo de hacer una tapia o bajando de Abantos o yo que sé… Es raro, sí, pero no algo que me esté carcomiendo por dentro. No, no estoy corriendo por el pasillo y no, tampoco tengo una cinta en casa. De correr también se sale y no os me va a pasar nada por no correr un tiempo.
También os digo, una cosa es no correr y otra cosa no entrenar. De hecho, yo creo que el mayor descubrimiento de entrenar en casa es que de ésta, saldré sí o sí más fuerte, y sobre todo, que creo que en el gimnasio sólo me van a volver a ver para darme de baja (tampoco es que me vieran mucho antes).
Y bueno, si además somos capaces de salir sin una avería gorda en la cabeza (bueno, mejor dicho, mayor de la que ya teníamos), yo creo que ya el entrenamiento psicológico para la larga distancia lo vamos a llevar incorporado.
¿Y vosotros? ¿cómo lo lleváis?
Cuando acabe esto… ¿nos tomamos unas cañas, vale?